sábado, 21 de noviembre de 2009

Iruya y la esencia del fútbol




A comienzos de este año disfruté de días imborrables en el norte argentino. Allí conocí gente nueva y descubrí paradisíacos lugares que quedaran grabados en mi memoria. Sin embargo, también me encontré con gente conocida y cotidiana con la que acostumbraba toparme en los pasillos de Ciudad Universitaria. La conexión del siguiente texto con el tema del blog puede ser la más tenue hasta ahora, pero me tomo la licencia para subir este escrito porque creo que es interesante y debido a una escasez de tiempo para escribir cosas nuevas. Aprovecho también para recordar a la comunidad que los días lunes 23, martes 24 y miércoles 25 de noviembre se desarrollará, íntegramente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, la I Reunión Evolutiva del Cono Sur, una de las razones por las que no he podido sentarme a producir cosas que merezcan ser compartidas. Todos los estudiantes de la facultad tienen entrada libre y gratuita. Ahora sí, los dejo con la nueva entrada:

El fútbol es fútbol desde Ushuaia hasta La Quiaca, diría cualquier argentino. Y en ese camino que une polos opuestos de Argentina se encuentra Iruya, un lugar ideal para recuperar nuestra escencia y la del fútbol.

A más de 2700 metros sobre el nivel del mar, este pueblo salteño de tan sólo mil habitantes y edificación colonial, es una isla en el mar de la globalización. Porque este es uno de los recovecos donde la industria del deporte no ha teñido de matices grises y faltos de vida al colorido fútbol de potrero, al juego en su estado más puro.

“A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”, explica Eduardo Galeano, un autoproclamado mendigo del buen fútbol, en su libro “El fútbol a sol y sombra”.

El escritor uruguayo está en lo cierto y es justamente por eso que aquellos postes blancos, emplazados en un rectángulo de tierra que se eleva a lo lejos en una de las estrechas, empedradas y empinadas calle de Iruya, toman significante importancia.
No es el estadio Maracaná, donde aún se oyen los llantos del público brasileño por la final perdida en el Mundial del 50, ni tampoco el mítico estadio de Wembley donde suena todavía el griterío del Mundial del 66 que ganó Inglaterra, como dice Galeano, pero es una cancha de fútbol, bella por naturaleza propia.

En gradas improvisadas detrás de cada arco aguardan su turno para jugar los otros dos equipos que conforman el cuadrangular. La pelota rueda cada vez menos visible a medida que la luz del día se esfuma. Quienes esperan seguramente no podrán jugar este día, pero gozan viendo un fútbol falto de intereses y lleno de alegría, que no es poca cosa.

El ballet de ilusiones en su máxima expresión: los delanteros sueñan con hacer el gol que le dé la victoria a su equipo, el arquero sueña con tapar ese penal que le permita quedar en la historia de este potrero y los defensores añoran salir jugando como lo hacía Perfumo en el Racing del 66.

Es cierto, el negocio del deporte (¿o el deporte del negocio?), ha pisado firme y ha convertido al fútbol en un show a escala mundial que cada día se aleja más de la fantasía, la desfachatez y la alegría que componen su esencia, para ser pura velocidad y fuerza, combinado con el miedo a no hacer el ridículo frente a todo el mundo.

Sin embargo, al ver esa cancha, a más de 2700 metros sobre el nivel del mar, rodeada de montañas en medio de la nada misma, le hace a uno pensar que no todo está perdido y, que en las entrañas de un país tan futbolero como Argentina, todavía yace el espíritu sagrado del deporte más hermoso del mundo.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Buena entrada, te diria que la que mas difrute.

Por si alguno no termino de dibujuar la escena mentalmente, puedo asegurar que ir subiendo esa callecita empedrada y de repente entre 2 construciones encontrarse con la canchita, y los pibes jugando. Justo ahi donde uno corre y le quedan zumbando los pensamientos por la diferencia de presion atmosferica, en una zona tan ajena al resto del mundo, escuchar las risas y la pasion de un buen partido tiene un encanto y una magia que mi amigo bien supo transmitir en su relato.

Saludos Sr buena semana
Abrazo

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